viernes, 20 de mayo de 2011

Un Despido Una Oportunidad!!!

No lo supe ver entonces, pero resultó que ser despedido fue lo mejor que me podía haber pasado. El peso del éxito fue reemplazado por la ligereza de ser de nuevo un principiante, menos seguro sobre las cosas. Me liberó para entrar en uno de los periodos más creativos de mi vida”.

Sí, lo habéis adivinado. El autor de esta frase es Steve Jobs que, si recordáis, tuvo problemas con la cúpula directiva de Apple y fue despedido en 1985, para volver a ser contratado con honores en 1997. Una historia que demuestra las vueltas que puede dar la vida: la empresa decide prescindir de un empleado que tiene talento por equis circunstancias. Y, cuando éstas cambian, decide volver a contar con él.

Moraleja: la importancia de que tanto el despedidor (¿me perdonáis el palabro?) como el despedido se preocupen de que su relación laboral termine en los mejores términos posibles. ¿Por qué? Porque aunque no seamos Steve Jobs ni seamos genios, la vida laboral es muy larga y lo habitual es que nos encontremos con aquellas personas con las que hemos trabajado en más de una ocasión. Y es posible que hasta nos volvamos a necesitar mutuamente.

¿Qué quiere decir despedir bien? Por desgracia, a menudo las empresas que tienen problemas económicos no optan por desprenderse de los trabajadores más vagos, los escaqueadores profesionales, los malos compañeros… ¿Por qué? Porque muchas veces son invisibles para los directivos: llaman poco la atención (ya se encargan ellos) y no molestan. Y la vista se vuelve en otras direcciones. Los empleados más caros o más mayores, los que se atreven a discrepar o, en el peor de los casos, los que un buen día podrían hacerle sombra al jefe.

Si la compañía se ve obligada a prescindir de trabajadores con talento, sea por los motivos que sea, puede optar por varias vías. Contratar un despedidor profesional a lo George Clooney en la película Up in the air y lavarse las manos o encomendarle la misión a un directivo de la propia compañía que se prepare bien y sea capaz de explicar al empleado qué está pasando y por qué. Si la reunión acaba con un fuerte apretón de manos y el directivo se ofrece a dar referencias del trabajador en cuestión, habrá hecho bien su trabajo. El empleado debería irse a casa no sólo con un cheque en el bolsillo, sino con la sensación de que hizo algunas cosas bien y otras no tan bien en su ya ex trabajo. En definitiva, la empresa debería lograr que la entrevista final acabase con el mejor sabor de boca posible para las dos partes. De ese modo, posiblemente pueda minimizar el daño de imagen que puede resultar de un ex empleado herido hablando mal de ella. O es posible que hasta consiga mantener la relación con él y beneficiarse de sus nuevos contactos, futuros conocimientos sobre la competencia, etcétera.

¿Y qué pasa con el despedido? En esa última entrevista, hay dos aspectos a los que debería prestar atención: demostrar entereza y elegancia, y sacar lecciones. ¿Por qué? Lo primero, porque de nada nos va a servir salir gritando del despacho lo injusta que es la vida y lo que se va a arrepentir la empresa de echarnos. Puede que después nos sintamos mejor, pero la compañía se va a quedar con la sensación de que ha acertado al quitarse de encima a ese histérico. Y lo segundo, porque por mucho que nuestro jefe nos diga que la situación no tiene nada que ver con nosotros sino con la necesidad de recortar costes, la realidad es que él se queda y nosotros nos vamos. Seguro que hay algunas razones, aunque no sean de peso, para que nosotros seamos los elegidos. Y el empleado despedido debería enterarse bien de cuáles son para sacar las lecciones pertinentes.

Los que entrasteis en el blog de la semana pasada os estaréis preguntando si tengo alguna obsesión especial con los despidos. La respuesta es no, aunque he pasado por ese trance. Pero a raíz de los comentarios y de los e-mails que recibí el viernes pasado –un amable lector proponía incluso que fuese el primer artículo de una serie y otro me mandó las declaraciones de Steve Jobs-, me he animado a profundizar en el tema.

Estoy de acuerdo con el presidente de Apple en una cosa: un despido puede abrirnos montones de puertas insospechadas. Además de la indemnización –si hay suerte- y una valiosa lección de humildad, nos mostrará lo que valemos en el mercado, nos obligará a reinventarnos y ¿quién sabe? Igual hasta nos empuja a elegir un camino que resulta mejor para nosotros que el que habíamos empezado… A mí me ha pasado.

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