lunes, 28 de febrero de 2011

La Vida es Dificil : M.Scott Peck The Road Less Travelled

La vida es dificultosa.
Ésta es una gran verdad, una de las más grandes.1 Es una gran verdad porque una vez que la comprendemos realmente, la trascendemos. Cuando realmente nos damos cuenta de que la vida es dificultosa -una vez que lo hemos comprendido y aceptado verdaderamente así- la vida ya no resulta dificultosa. Porque una vez que se aceptó aquella verdad, el hecho de que la vida sea dificultosa ya no importa.
La mayor parte de la gente no comprende cabalmente esta verdad de que la vida sea difícil. En cambio, no deja de lamentarse ruidosa o delicadamente de la enormidad de sus propios problemas, de la carga que ellos representan y de todas sus dificultades como si la vida fuera en general una aventura fácil, como si la vidadebi era ser fácil. Esas personas manifiestan su creencia, de manera ruidosa o sutil, de que sus dificultades representan una clase única de desgracia que no debería haberles tocado en suerte, pero que de alguna manera cayó especialmente sobre ellas o sobre su familia, su tribu, su clase, su nación, su raza o hasta su especie... y no sobre otros. Conozco bien esos lamentos porque yo mismo hube de lanzarlos alguna vez.
La vida es una serie de problemas. ¿Hemos de lamentamos de ellos o resolverlos? ¿No
deseamos enseñar a nuestros hijos a resolverlos?
La disciplina es el instrumento básico que necesitamos para resolver los problemas de la vida. Sin disciplina no podemos resolver nada. Con sólo un poco de disciplina podemos resolver únicamente algunos problemas. Con una disciplina total podemos resolver todos los problemas.
Lo que hace la vida dificultosa es el hecho de que el proceso de afrontar y resolver problemas es un proceso penoso. Los problemas, según su naturaleza, suscitan en nosotros frustración o dolor o tristeza o sensación de soledad o culpabilidad o arrepentimiento o cólera o miedo o angustia o ansiedad o desesperación. Éstas son sensaciones desagradables, a menudo muy desagradables, a veces tan penosas como cualquier dolor físico, y a veces igualan a los peores dolores físicos. Cierta- mente , a causa del dolor que los acontecimientos o conflictos provocan en nosotros, los llamamos problemas. Y como la vida plantea una interminable serie de problemas, siempre es dificultosa y está tan llena de dolores como de alegrías.
Sin embargo, la vida cobra su sentido precisamente en este proceso de afrontar y resolver problemas. Los problemas hacen que distingamos agudamente entre éxito y fracaso. Los problemas fomentan nuestro coraje y nuestra sabiduría; más aún, crean nuestro coraje y nuestra sabiduría. Sólo a causa de los problemas crecemos mental y espiritualmente. Cuando deseamos alentar el desarrollo y el crecimiento del espíritu humano, lanzamos un desafío a la capacidad del hombre para resolver problemas, así como en la escuela deliberadamente proponemos problemas a los niños para que los resuelvan. Por el dolor, que supone afrontar y resolver problemas, aprendemos. Como dijo Benjamín Franklin: “Aquellas cosas que lastiman instruyen “. Por eso las personas sabias aprenden a no temer los problemas, sino que por el contrario los acogen de buen grado así como aceptan los dolores inherentes a los problemas.
La mayor parte de nosotros no es tan sabia. Como tememos el dolor, casi todos, en mayor o menor medida, procuramos evitar los problemas. Diferimos su consideración, con la esperanza de que desaparezcan. Los ignoramos, los olvidamos, pretendemos que no existen. Hasta tomamos drogas para que nos ayuden a ignorarlos, pues al embotar nuestra conciencia del dolor podemos olvidar los problemasque los causan. Intentamos eludir todos los problemas en lugar de afrontarlos directamente. Procuramos eludirlos para evitarnos sufrimientos.

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