viernes, 21 de enero de 2011

La Busqueda de La Verdad: Trabajo en Equipo

Kapuscinski ha sido el gran testigo del siglo XX. ¡Y menudo siglo! Su maestría le ungió en vida en icono intocable del periodismo e ídolo de millones de lectores. El mito sagrado deviene hombre de carne y hueso gracias a 'Kapuscinski non-fiction' (Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores), formidable biografía escrita por Artur Domoslawski, amigo y discípulo de Kapuscinski. El maestro emerge aquí en todas sus facetas, algunas incómodas para los idólatras que prefieren estatuas de piedra picada a personas con pulsiones y fragilidades. El trabajo espléndido de Domoslawski consigue que entendamos de verdad al hombre cuya mirada nos reveló el mundo. Y mi admiración se enriquece.
Cómo conoció al maestro Kapuscinski?
Con 67 años, él era el más admirado reportero del mundo. Yo, un anónimo periodista de 30 años. Vino a la redacción a felicitarme por un texto mío.

¿Eso hacía?
Siendo el mejor, no necesitaba competir: era humilde, modesto. Me emocionó. Luego fuimos amigos, estuve mucho en su casa.

¿Cuál era su mayor virtud personal?
Te hacía sentir muy importante. Los bajos se sentían altos; los tímidos, elocuentes... No era por lo que te decía: era porque sabía escucharte. Él te escuchaba.

Talento principal del buen periodista.
Enumeraba cinco mandamientos: estar, ver, escuchar, compartir y pensar. Añado otro: leer. Kapuscinski decía: "Por cada página que escribo, antes he leído cien".

Algún otro don tendría él...
Un hondo sentido poético. Antes que nada, fue poeta. Para Kapuscinski, hay una verdad superior, una verdad por encima de fechas y datos: ¡la verdad literaria, poética!

¿Se permitió Kapuscinski manipular datos para alcanzar esa verdad?
¿Importan las piezas del puzle o el cuadro final? Más allá del manual de periodismo, lo que importa es levantar un mundo, transmitirlo, que el mensaje llegue.

Póngame un ejemplo.
Escribió que los peces del lago Victoria estaban tan gordos por haber comido carne de las víctimas de Haile Selassie. No aporta pruebas..., pero crea el clima temible que refleja la verdad. Es una creación literaria... al servicio de la verdad.

¿Con qué resultado?
¡Gran periodismo! Sus obras, sin fechas, sin notas, explican acontecimientos del siglo XX mejor que un libro de historia. Con sus libros conocemos mejor el mundo que con mil minuciosos informes de la ONU.

¿Cuál diría que fue su obra cumbre?

El emperador,justamente. Es uno de los grandes libros de la historia de la humanidad: disecciona los mecanismos del poder, que son universales e intemporales.

¿Por qué ha escrito esta biografía?
Para devolver a Kapuscinski a su dimensión humana. Para muchos es un icono, un ídolo, un santo civil, ¡casi un dios...!

¿Y para usted?
Una persona. Un ser humano. Atreverme a hablar así de él ha indignado a muchos...

¿Qué ha indignado más a los devotos?
Que revele que fue un joven propagandista del estalinismo. ¿Qué tiene de malo?: ¡él estaba convencido de que el comunismo era lo mejor! Y siempre se puso en la piel de los desfavorecidos. Por eso se atrevió a publicar un reportaje sobre las míseras condiciones de los obreros de la acería polaca de Nowa Hutta, desafiando a la censura y convirtiéndose en revisionista del sistema. Para mejorarlo. Siempre fue idealista.

¿Y llegó a espiar para el régimen?
Escribió informes en los que no perjudicó a nadie. Ayudaba a la causa en la que creía.

¿Qué otro aspecto de Kapuscinski ha desvelado que haya molestado?
Su viuda me ha demandado por dañar su patrimonio inmaterial, su imagen: explico que Kapuscinski tuvo amantes...

Ah. Y... ¿era necesario explicar esto?
En la medida en que nos ayuda a conocer mejor a la persona de carne y hueso que fue autora de tan colosal obra, sí lo era.

¿Cuántas amantes tuvo?
Ese inventario sí que no importa, ¿ve? Importa descubrir a un ser humano con gran capacidad y necesidad de amar y ser amado. Sus relaciones no eran flor de una noche: puso amor. Él amaba... y buscaba ser mimado, admirado, querido, amado.

¿Por qué esa necesidad de ser amado?
Inseguridades de la infancia: venía de familia pobre, sin formación, se esforzaba en superar carencias... Y de ahí que sedujese.

¿A quién seducía?
A todos. Con todos era encantador, carismático. Su sonrisa era su arma invencible. Y todo el mundo le admiró y quiso. No le conozco enemigos. ¡Seguro que en alguna frontera remota su sonrisa le salvó la vida...!

¿Qué le llevó a lugares tan extremos?
Fue un niño de la guerra: padeció privaciones, vivió al límite de la supervivencia..., lo que despertó en él un ávido apetito por la vida. En los lugares en los que la vida está en precario y donde es más intensa..., él se reconocía. ¡Vivir al límite era volver a casa!

¿Era temerario?
Sólo se ponía en peligro si era imprescindible para obtener una información. Era muy prudente, nada pendenciero, esquivaba riesgos y trifulcas, sentía miedo..., pero sabía reaccionar. Es cierto que una vez disparó un fusil, pero fue porque no había mejor opción para defender a su grupo.

¿Le dio el maestro algún consejo?
Sí: "Para perdurar, levanta un mundo". Y él lo logró con su mirada sobre las cosas.

¿Hay algo que usted sepa de Kapuscinski que no haya contado?
No, nada significativo. Si sospechase que queda algo..., ¡lo investigaría! Yo lo muestro no como un semidiós, sino como un hombre con imperfecciones: ¡eso hace más valiosos sus logros! Hace que yo le admire más como maestro. Me estimula a emularle...

¿Qué fue lo último que le dijo Kapuscinski antes de irse de este mundo?
"¿Por qué el mundo pasa ante mí tan rápido?". ¡Y lo decía él, cuya intensa vida vale por cien vidas comunes!

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